Esta secuela nos muestra a Yuki unos años después. El sacerdote Doukai ha muerto y ella es una proscrita perseguida. La historia gana en complejidad, ya que al ser finalmente capturada y sentenciada a la horca, Yuki es rescatada por unos sospechosos personajes enmascarados que en el más puro estilo “Nikita” le ofrecerán salvar la vida a cambio de espiar a un anarquista, en cuyo poder se encuentra (o se encontrará) una carta que revela los trapos sucios de importantes cargos políticos.